domingo, 14 de noviembre de 2010

El juego de los frijoles

El juego de los frijoles
Los aztecas practicaban un juego más pacífico, ya que sólo intervenían dos o cuatro personas sentadas en unas esterillas. Era el patolli o una especie de «juego de la oca». Se necesitaba un tablero o papel marcado en forma de cruz, que se había dividido en casillas, y unos frijoles. El objetivo era desplazarse por el tablero para, luego, volver al punto inicial, es decir, a la «casa». Los dados eran frijoles marcados con diferentes puntos. A medida que se iban tirando los dados, se avanzaba por las casillas, utilizando unas piedrecitas de colores, de acuerdo con el número de puntos que hubieran salido. El primero que llegaba a la «casa» era el ganador, luego suyas eran las apuestas que se habían establecido antes de iniciar el patolli.
Se sabe que Moctezuma y Hernán Cortés lo jugaron mientras el primero estaba en su palacio en condición de prisionero. Bernal Díaz dio el nombre a este juego de totoloque y nos contó que los dos importantes participantes se cruzaron apuestas. Eran utilizadas unas pelotitas muy tersas, hechas de oro... Arrojaban estas pelotitas a alguna distancia, lo mismo que unas pequeñas planchas, hechas también de oro... En cinco jugadas e intentos ganaban o perdían ciertas piezas de oro o ricas joyas que apostaban...
Bernal Díaz contó, al haber estado presente, una anécdota muy ilustrativa sobre la relación existente entre Moctezuma y Hernán Cortés. Mientras jugaban al totoloque, cada uno disponía de su contador. Pedro de Alvarado era el del gran conquistador. En un momento de la partida, el regio prisionero observó que aquel personaje llamado el «Sol» (los aztecas dieron este nombre a Alvarado por lo rubio que eran Sus cabellos) estaba anotando más puntos de los ganados por su rival. Entonces sonrió y, luego, comentó con gran delicadeza: Se me hace mal. Se estaba refiriendo a que Cortes hacia yxoxol («trampas»).
Este juego también ofrecía un significado esotérico, debido a que el tablero estaba dividido en cincuenta y dos casillas, que coincidían con el mismo número de años que daban forma al ciclo solar utilizado por los adivinadores o sacerdotes-astrólogos encargados de interpretar el horóscopo azteca.

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